LA CELEBRACIÓN DEL VOTO DE LA CIUDAD A SANTA ANA

Antonio Rodríguez Saiz - Julio 2019 -


 

Fielmente, con exactitud y lealtad, la Corporación Municipal de la Ciudad de Cuenca asiste desde hace siglos, cada 26 de julio a una misa solemne para cumplir con el voto perpetuo de guardar la festividad de Santa Ana por haber cesado la epidemia de peste que asolaba a Cuenca, ocasionando numerosas muertes y desgracias de todo tipo. Hecho atribuido a la intercesión de Santa Ana que los había librado del terrible mal, ocurrido a finales del S.XIII, en tiempos del Papa francés Martín IV (Pontífice de 1281-1285). Debido a la peste los habitantes se refugiaban y aislaban, prohibiéndose la entrada de los forasteros en el recinto amurallado.

Esta ceremonia religiosa se celebra en el altar dedicado a la madre de la Virgen, colocado en la catedral (Basílica mayor desde 1849), en su nave trasversal que cruza la principal llamada de los Reyes, situación próxima a la capilla del Obispo (o de la Pila), donde está la sepultura del beato Cruz Laplana y Laguna, obispo nº 68 que ha regido la diócesis de Cuenca (1922-1936).

El primer lugar donde estuvo el retablo fue en la ermita de Santa Ana, emplazada extramuros de la capital lugar conocido por Casablanca.

Fue lamentablemente saqueada y destruida en la Guerra de Sucesión entre los partidarios del rey Borbón Felipe V y el archiduque Carlos, aspirante al trono español. No sería la única ermita destrozada, pues se cuenta que también tuvieron el mismo final, entre otras, la de Santa Isabel, en el paraje después conocido por Fuente del Sol y la ermita de Nuestra Señora del Carmen, donde estuvo el Molino de la Noguera en la ribera del Júcar.

Triste episodio bélico, como todos ellos, que tuvo funestas consecuencias, como una epidemia derivada de estos sucesos que ocasionó el fallecimiento de cerca de dos mil personas. Por el comportamiento de los ciudadanos conquenses, a favor de Felipe V, este monarca concedió a la ciudad los títulos de FIDELISIMA Y NOBLE (19-09-1710) y posteriormente el de HEROICA (según se dice el 11-05-1727, aunque esta fecha no la he podido comprobar en el Archivo Municipal pese a mi interés).

Con la destrucción de la ermita de Santa Ana, el retablo, como se ha dicho anteriormente, se colocó en la catedral, pero no en el lugar que ahora se encuentra sino puesto a la veneración junto al pilar que hay en la parte anterior del crucero donde hoy contemplamos el púlpito del lado de la epístola (siglo XVIII), según nos indicó certeramente Jesús Bermejo Díaz, canónigo doctoral, en su documentado libro dedicado al primer templo de la diócesis.

El mayor interés del retablo renacentista se centra en una notable pintura en lienzo sobre tabla que los expertos datan de la segunda mitad del siglo XIV. Representa a la Virgen con el Niño en brazos y en posición sentada se ve a Santa Ana, con toca blanca y cubierta con un extenso manto de color rojo en un fondo dorado con diverso rameado.

En la parte inferior y horizontal del retablo (predela) figura un texto escrito en latín que aporta, por su contenido, interesantes datos. Traducido al castellano dice así:

“Cuando ocupaba la sede pontificia Martín IV el año quinto de la ciudad estelífera (Cuenca), golpeados por la calamidad y la peste y el aire putrefacto, después de haber implorado la protección divina, construyeron un altar en honor de Santa Ana la madre de la Madre de Dios, en forma de mosaico vermiculado en oro con una admirable y devota imagen suya trazada a pincel con brazaletes y decorada de azul y rojo. Prometieron con voto y juramento que se celebraría perpetuamente su festividad e inmediatamente por su intercesión se recobró la salud. Y para que no se enfriara la devoción de los conquenses, lo cual sucedería con el paso del tiempo y por la aspereza del lugar, se renueva y se restituye a su primitivo brillo entonces, el primer año del pontificado de Adriano VI cuando todavía andaba por España con su curia romana (entre el 9 de enero y el 31 de agosto de 1522). El paso del tiempo deterioró la estructura del altar por el que don Juan de Ayora, canónigo de la iglesia de Cuenca, movido por la devoción lo mandó embellecer a su costa el año del Señor de 1652” (traducción del catedrático Don Vicente García Lobo).

Junto a la celebración de la misa votiva en acción de gracias en su ermita extramuros y los dos espacios de la catedral, debe añadirse otro sitio donde igualmente se celebró en algún tiempo sin que aparezca este dato en los diversos artículos, publicaciones…; solamente una pequeña crónica firmada por G. O.C. aparecida en Cuenca en el verano de 1929 nos aporta la siguiente información.

“Antiguamente esta fiesta se celebraba en el arco de la bajada del puente de San Pablo, allí en donde se están restaurando las Casas Colgadas; en el balcón de madera que aún existe en el porchado, se levantaba un altar dedicado a Santa Ana y San Joaquín, padres de Nuestra Señora y en el pequeño oratorio se celebraba la misa votiva con asistencia del Ayuntamiento bajo mazas, como agradecimiento a haber cesado el hambre y la peste en la ciudad, en el mismo día de Santa Ana, en que el pueblo en rogativa acudió al Señor para que cesaran tales calamidades”.

Según se deduce de su lectura, se refiere el artículo periodístico a la parte posterior de la casa en la c/ Canónigos 16, construida en parte sobre el pasadizo de la bajada al puente de San Pablo y huertas del Huécar, entonces en restauración, según proyecto del arquitecto municipal Fernando Alcántara, donde, entre otros cambios y modificaciones afectó al balcón donde se situaba el altar, que sería sustituido por una centrada ventana.

Allí los ciudadanos conquenses, junto a las hoy famosas Casas Colgadas, asistían a misa de acción de gracias y bendición de la caridad por parte del sacerdote celebrante.

La caridad consistía en grandes panes que se partían en cuarterones (medida de peso equivalente a 115 gramos) que eran lanzados (distribuidos) a los fieles allí congregados desde el balcón donde estaba colocado el altar.

Así lo refiere la crónica que continúa informando sobre la desaparición del altar a consecuencia de haber sido incendiado y destruido por el fuego provocado por los soldados franceses en su estancia en Cuenca durante la guerra de la Independencia, de muy triste recuerdo. Al mismo tiempo tuvo lugar la quema de altares y despojos de los enseres de la vecina iglesia de San Pablo (hoy sede del Espacio Torner), que junto con el convento (actualmente Parador Nacional de Turismo) y puente de piedra (del mismo nombre) se construyeron gracias a la munificencia y espléndida generosidad del famoso canónigo Juan del Pozo.

Cuatro lugares diferentes pero una misma finalidad.

Hace algunos años, la Asociación de Vecinos del barrio de Casablanca, feliz idea que aplaudo, asiste y acompaña a la Corporación Municipal el día 26 de julio, festividad de Santa Ana a la misa en la Catedral Basílica de Cuenca, en recuerdo del voto de la ciudad que pese al trascurso del tiempo permanece en señal de respeto a la tradición.