El Vítor

Crónicas de Cuenca

26 de noviembre de 2000

Antonio Rodríguez Saiz

Profesor del  I.E.S. Pedro Mercedes

 

Llega el día siete de diciembre y desde mi Cuenca natal, “alzada en limpia sinrazón altiva” vuelvo, una vez más, a Horcajo de Santiago a celebrar y compartir la fiesta del “Vitor”.

Ahí tengo mis raíces familiares, recuerdos, sentimientos, afectos y hasta una pequeña página de mi vida dedicada a la enseñanza en la Tercia.

 

Horcajo de Santiago 7-12-1952

De izquierda a derecha frente a la foto están Antonio Rodríguez Saiz con sus primos

Rafa Morán, Julian García Avilés, Julito Avilés, Manolín Morán, Rosario Avilés,

Trini García Avilés y Pepe Rodríguez, su hermano.

 

Coronada la cuesta de la “Cueva Hungarilla” cuando a lo lejos, pero en la cercanía, percibo la presencia de la torre majestuosa de la iglesia horcajeña, los sentimientos se agolpan al volver a cumplir el mandato de mis antepasados desde el testimonio de su fe. El aroma del pueblo de Horcajo, mariano y santiaguista, unido al fervor colectivo lanza su bocanada de amor hacia sus hijos que llegamos para participar en el estallido de una fiesta única, moldeada por el noble coraje de sus gentes, a través de siglos que nos legaron en herencia y debemos conservar y transmitir a quienes nos siguen en el tiempo.

Gran emoción de ánimo en lid con pasiones, sentimientos, recuerdos, ideas y fe se entrelazan en el momento de la Salve (alegría, tristeza entretejidas), procesión, misas, salida, entrega y recogida del estandarte (con la imagen de nuestra Madre) honor y gloria para los horcajeños de nacimiento o raíz que vemos en él como hemos sabido continuar por la senda del amor, fervor, tradición. Sentimientos que junto con los caballeros de la Virgen llevamos por todas las calles de Horcajo donde se viven los momentos de más emoción con los ya mencionados.

Esos rostros, donde en sentida simbiosis se mezclan desde los muy jóvenes hasta aquellos que ya denotan su edad avanzada es algo para mi endeleble y nos advierte del amor que solicitan e irradian formando un sentimiento colectivo de fervor, júbilo, felicidad y pena, mientras se lanzan al aire de la noche santiaguista más azulada del año su “Vitor”, plegaria de fe que aprendimos como grito claro y resplandeciente que invade las casas abiertas a todos en señal, que no admite duda de fraternidad y hospitalidad, como ejemplo que siempre se vio.

Y así… saboreando la emoción y belleza de la singular fiesta del Vitor se van agotando las horas hasta el día de la “Virgencilla” pidiendo a la “Purísima Concepción concebida sin mancha de pecado original”, que el próximo año nos volvamos a encontrar.