Pleito del licenciado Cervantes, a causa de unas sayas de su mujer

GACETA CONQUENSE

 

 

Cuando nuestro paisano Rogelio Sanchiz viese premiada su obra El conquense Licenciado Francisco Martínez, casero de Cervantes en los juegos florales celebrados en Cuenca el 5 de octubre de 1915 y cuya celebración estaba prevista el día de San Mateo de ese mismo año, pero que hubo de aplazarse por enfermedad del mantenedor Pío Zabala, debió de sentir una doble e íntima satisfacción.

Por un lado dar a conocer en su tierra un interesante trabajo (fue publicado siendo alcalde de la localidad Eduardo Moreno y a expensas del mismo) y por otro coadyuvar a un mayor conocimiento y difusión de algunos documentos que, meses antes, el eminente académico Rodríguez Marín había publicado (1914) en el Boletín de la Real Academia Española: Nuevos documentos cervantinos hasta ahora inéditos.

Con el trabajo de Rodríguez Marín, ilustre cervantinista, salía a la luz un hecho ignorado desconocido hasta entonces: el Licenciado an de Cervantes, abuelo del autor del genioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, vio en Cuenca y fue en nuestra ciudad teniente de Corregidor (siendo nombrado por Corregidor de Sotomayor).

Debía tener el Licenciado Cervantes algo más de treinta años cuando estuvo entre nosotros. Con anterioridad había realizado estudios de jurisprudencia y vivió en Córdoba, de donde era natural, hasta 1516 en su primera etapa, alcanzando este año el nombramiento de alcalde mayor interino de esa ciudad andaluza.

En el trabajo de Sanchiz se reproducen escritos sobre hechos ocurridos al abuelo de Miguel de Cervantes en Cuenca: dos autos judiciales. Una querella de Diego Cordido, contra el Teniente Corregidor, por haberle dado preso y tormento, y otro de Inés Gómez sobre agravios.

Aunque interesante la publicación del adémico Rodríguez Marín, de más de ciento veinte documentos cervantinos, no concluye en ello, y a los dos años, comienza a publicar en el mismo Boletín otros hallazgos, no menos significativos que los primeros, manifestando que si a este posterior trabajo le pudiese dedicar tres o cuatro meses de viaje y estudios por los diversos lugares de España, esta segunda colección no sería menos abultada, importante e interesante que la primera.

En esta segunda parte saca a la luz otros documentos, entre ellos algunos relacionados con la estancia y vicisitudes en Cuenca del abuelo del inmortal Cervantes. Así podemos ver:

- "Proceso de residencia a instancia de Alonso Álvarez de Ayala y Juan de Alcalá, contra el Licenciado Cervantes, sobre injurias y otras extralimitaciones''.

- "Pleito de residencia a instancia de Andrés López, contra el Licenciado Cervantes sobre no haber querido proceder en cierta querella acerca de un buey que perdió y le mataron".

- "Pleito de residencia de Alonso de Valera, escribano del Ayuntamiento de Cuenca, por haberle preso injustamente".

- "Pleito de residencia a instancia de Andrés de Graos, por no haber tasado los sueldos a maravedí en cierta sentencia".

- "Pleito de residencia a instancia de Vasco de la Mota por haberle excluido del sorteo para caballeros de la sierra".

- "Pleito de residencia a instancia de Diego de Lara, sastre, contra el Licenciado Cervantes, por adeudarle el importe de una saya que había hecho para Doña Leonor Torreblanca, su mujer.

Este último es muy curioso y va a merecer un pequeño relato de los hechos en este artículo:

El día 27 de abril de 1524 el sastre conquense, de nombre Diego de Lara, compareció ante Martín López de Oñate, que a la sazón era Juez de Residencia y Justicia en Cuenca, desde hacía menos de un mes.

Presentaba denuncia y querella contra el abuelo de Cervantes Teniente de Corregidor que fue en esta dicha ciudad.

El suceso motivo de la denuncia y querella, fue debido a que Leonor Torreblanca, esposa de Juan de Cervantes, descendiente de una importante familia cordobesa, encargó a Diego de Lara que le cortase una saya de paño verde, guarneciéndola con unas tiras y pestañas del mismo color.

Según la opinión del sastre estaba muy realizada y bien hecha, teniendo en cuenta las acertadas medidas que tomó. Posteriormente declaró que al concluir su confección varios oficiales de su taller se personaron en el domicilio donde habitaban Juan de Cervantes y Leonor de Torreblanca, probándole a la esposa la mencionada prenda (era primer día de Pascua de Navidad), quedando ella satisfecha y de acuerdo. Tanto era así que, según indicó, se la estuvo poniendo y usándola durante toda la fiesta de la Pascua.

Pasadas esas fechas, la esposa de Cervantes, llamó al susodicho Lara para que le hiciese un arreglo en la saya, lo cual efectuó con el fin de que le estuviese mejor.

Al cabo de pocos días el Licenciado Cervantes se enfadó con el sastre "e pusose en decir que le había dañado la dicha saya e que se la avia de pagar e por hazerme daño e perjuyzio, secretamente sin yo ser llamado ni esperar que diese razón de como avia hecho el dicho vestido, tuvo formas e manera con los dichos veedores como viesen la dicha saya e dixesen lo quél quería cerca de la hechura della, de tal manera que me hizo tomar la dicha saya de que su mujer se avie servido e traya vestida e me compelyo por fuerza a pagar los maravedís de como le avie costado el dicho paño e el terciopelo queese avie sacado por la guarnisción".

Después del relato de estos hechos el sastre Lara solicitaba ante López de Oñate que se condenase al Licenciado Cervantes a que tomase la saya y al tiempo que le devolviese el importe de la tela que era de tres ducados y medio y se le condenase al abono de seis reales de hechura por hacerla. Curiosamente también solicitaba el abono de otros cuatro reales por otra que había hecho para una hija suya.

Dos días pasaron, cuando el Licenciado Cervantes de su puño y letra contestó a la demanda y la hizo en el sentido de entender que no procedía lo solicitado por el sastre, porque el dicho Lara dañó la faldrilla que hizo a su mujer y los veedores de su oficio visto el daño le condenaron según su fuero a que la tomase y diese los dineros que costó. En el escrito constaba, en relación con la hechura que se le había abonado, alegando que de treinta y seis reales que montó el paño con el ruedo que llevaba la saya solo pagó tres ducados, tomando por la hechura los tres reales.

Al final del escrito solicitaba la absolución y negaba la demanda pidiendo las costas.

Fueron posteriormente llamados a declarar el platero Juan Beltrán, el mercader Juan de Cuenca y otros cuatro vecinos más.

Isabel Cepeda, uno de ellos, testificó que había oído decir a Leonor que los pliegues le venían muy atrés y que enojada le había hecho que le tomase el paño, quitándole antes las tiras.

Juan de Cuenca fue muy claro en el interrogatorio y expresó el íntimo deseo de que fuese el sastre quien ganase el pleito y no sólo eso, sino también todos los que pleiteasen con Cervantes.

A mediados del mes de septiembre del mismo año, el Juez de Residencia y Justicia Mayor, López de Oñate dictó la sentencia condenando a Juan de Cervantes en cinco reales y ocho maravedís y medio, ordenando que se lo pagase al sastre Diego de Lara, dentro de los quince primeros días siguientes. No hizo el citado juez condenación de costas, sino que sentenció que cada uno de ellos cargase con las que habían hecho hasta la fecha en la prosecución de la causa.

Pasados los años su nieto Miguel de Cervantes Saavedra, ponía en boca del Licenciado Vidriera estas palabras:

-"Desdichado el sastre que no miente y cose las fiestas: cosa maravillosa es que casi en todos los de este oficio apenas se hallará uno que haga un vestido justo".

Quizá el autor del Quijote habría oído contar este suceso que le ocurrió a su abuelo el Licenciado Juan de Cervantes, quien moría en Córdoba en el año 1556 con fama de haber sido un notable abogado, de larga experiencia y de buena conciencia en el ejercicio de su profesión.

 

Antonio Rodríguez Saiz