EL FILÓSOFO DE CUENCA, obra teatral representada por María Guerrero

Antonio Rodríguez Saiz - diciembre 2016

El “Desastre del 98” marcó severamente a España en el ámbito del saber y científico; se instaló una ola de desilusión entre la población según se iba teniendo conocimiento de la situación y se columbraban los tristes sucesos que afectaron a toda la urdimbre social de la península.

El 10 de diciembre de 1898, como lamentable colofón se firmaba el llamado Tratado de París. En él España renunciaba definitivamente al derecho de soberanía sobre Cuba y la entrega a Estados Unidos de la isla de Puerto Rico, Filipinas y Guam.

No era óbice después de tanta desgracia para que  en aquellas fechas, los ciudadanos encontraran un rato para el ocio y diversión, ocupando los lugares escénicos como mejor espacio para el entretenimiento pese a la crisis del teatro, especialmente en verso.

Era frecuente en la Villa y Corte que el último mes del calendario, intervalo entre las últimas representaciones de unas obras y los inminentes estrenos en busca del éxito se estrenasen obras de teatro, en su mayor parte, piezas cortas que alegraban al público madrileño cuando un 67 % solamente sabía leer y escribir y la capital del Reino había llegado ya al medio millón de habitantes.

Era habitual el pateo en las representaciones teatrales por parte del público asistente; se increpaba y amonestaba a actores y autores de la obra, se hacían peticiones de repetición de alguna escena cuando era del agrado del público, se fumaba constantemente en la sala, se hablaba persistentemente, los asistentes mostraban el agrado o la disconformidad, se comía y bebía en su asiento; un sinfín de actos más de este tenor hoy inusuales.

Las luces de la sala donde se representaban las obras teatrales permanecían encendidas, costumbre que finales de 1890 la Importante Compañía de Teatro Guerrero-Mendoza tomó la decisión de apagarlas mientras durase la función, con indudable acierto por parte de esta compañía.

En aquel mes de diciembre de 1898, en la víspera de Nochebuena se estrena en el Teatro Español de Madrid (antes del Príncipe) EL FILÓSOFO DE CUENCA, comedia en tres actos en prosa original, con 43 escenas del comediógrafo Pascual Parellada y Molas (1855, Valls – 1944, Zaragoza) que firmaba con el pseudónimo de “Melitón Pérez” y en otras ocasiones con el de “Panduro y Mendrugo”, especialmente en sus dibujos humorísticos y caricaturas.

Fue el autor Parellada ingeniero militar (se jubiló en Zaragoza con el grado de coronel y tiene allí una calle dedicada) escritor, comediógrafo, profesor, periodista (en ABC, Blanco y Negro, y Heraldo de Aragón), dibujante…

Este prolífico escritor tarraconense –más de 50 obras sólo de teatro-, de carácter afable y observador sagaz de la realidad circundante; utilizaba un lenguaje claro, sencillo y sin ordinarieces, castizo y ocurrente con situaciones imprevisibles en su búsqueda de la distracción y regocijo. Así se aprecia al leer las 66 páginas de EL FILÓSOFO DE CUENCA, dedicado a su queridísimo amigo D. José Barreda, obra editada unos meses después de su estreno y ambientada en una casa de lujo con muebles en consonancia, candelabros eléctricos, teléfono –indicadores del nivel económico-, donde se monta una farsa (enfermedad del dueño) para permanecer en casa mientras estén de huéspedes los dos primos que vienen del pueblo (“dos igorrotes incultos”)

Antes se adelanta a su llegada a la casa Leandro, personaje interpretado por Díaz Mendoza, enamorado de Trini –María Guerrero-, hija del dueño de la casa y estudiante de medicina.

Leandro es un galán con sombrero de copa y guantes, médico solamente de título, no de saber, al que no le suena nada de medicina, conseguido por manga ancha, influencias y recomendaciones, según propia confesión. Este es EL FILÓSOFO DE CUENCA, “y aunque de Cuenca muy elegante y distinguido”, diría uno de los personajes.

Se suceden en la obra de pluma desenfadada ingeniosos sucesos en impensables situaciones que con su habla castiza y popular consigue alegrar y divertir al público, con un final inesperado para EL FILÓSOFO DE CUENCA (Leandro) y didáctico.

 

“y el que se quiera casar

que no le detenga nada,

pues con tanto analizar

está muy expuesto á dar

como yo con la criada”.

 

La obra del escritor Pascual Parellada fue un éxito, sin duda enriquecida por la interpretación de los actores que actuaron en el reparto de EL FILÓSOFO DE CUENCA, quizás el mejor cuadro de actores de su época, encabezado por la reconocidísima actriz María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza y Aguado, aristócrata y Grande de España, arruinado que habían contraído matrimonio hacía dos años; él estuvo antes casado con la hija del General Serrano, Regente de España.

Como curiosidad decir que María Guerrero y Díaz de Mendoza fueron abuelos del genial Fernando Fernán Gómez, a quien nunca quisieron reconocer.

Otros actores que acompañaron en el reparto de EL FILÓFOSO DE CUENCA, fueron Julia Martínez (de talento y carácter), Nieves Suarez (después catedrática de declamación), Pepa Guerra, Felipe Carsi (siempre con la compañía), Mario Díaz, Blasco, señorita Cancio.