EL TEATRO EN CUENCA: CONFLICTO ENTRE DOS PODERES

Antonio Rodríguez Saiz

 

El año mil novecientos sesenta y nueve la Real Academia Española dirigida por el filólogo y escritor Dámaso Alonso publicaba en su boletín el trabajo, “Un escándalo en Cuenca“  firmado por  la hispanista francesa, Paula de Demerson.

En sus doce páginas daba a conocer un suceso ocurrido en la capital, tomado del fondo documental existente en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, por la presencia de una compañía de cómicos de ambos sexos. Una compañía más de las abundantes que recorrían el territorio nacional a principios del siglo XIX y en otros tiempos, incluso no tan lejanos, con escasez de medios y fortuna de sus artistas populares, en ocasiones, con suspensión de sus representaciones teatrales programadas con la libre voluntad por encima de la ley y razón de aquellos que ocupaban cargos en el poder civil y eclesiástico de las ciudades.

Francisco de Goya nos dejó uno de sus cuadros pintado en 1793 titulado “Los cómicos ambulantes“ (óleo sobre hojalata), una escena de compañía de actores. Se conserva en el Museo Nacional del Prado.

Una de aquellas compañías de cómicos, según Demerson, llegó a Cuenca el veinte de junio de mil ochocientos dos con los papeles y permisos en regla firmados por el gobernador del Consejo de Castilla, 2ª dignidad del Estado después del rey con el deseo de escenificar ante los ciudadanos conquenses diversas comedías y sainetes seleccionadas para su representación que figuraban en su repertorio.

Además, tenían la documentación con resolución favorable de los tribunales que tenían competencias para ello: Santa Inquisición y Junta de Dirección de Teatros.

En aquel año era corregidor y justicia mayor de la ciudad de Cuenca y su Tierra, Joseph Miret que no puso reparos ni objeción alguna a las obras que la compañía de cómicos se disponía a escenificar, autorizadas por la superioridad.

Por el contrario, el provisor o juez eclesiástico diocesano que al mismo tiempo era vicario general (“el que actúa en nombre del obispo “), Juan Antonio Monasterio y Salazar no compartía la misma opinión y parecer, tampoco el criterio de la Junta de Teatros encontrando defectos e imperfecciones que causaban perjuicio a los espectadores por ir en sentido contrario a la recta moral.

Con este juicio y valoración discutible, diferente al del corregidor intentó disuadirlo y que cambiase de opinión para que no se celebrase parte de la programación prevista.

Se cumplían veinte días desde la llegada a Cuenca de la compañía de cómicos cuando el provisor envió una carta al corregidor Miret expresando su oposición y rechazo de “El desdén con el desdén“ de Agustín Moreto  ( s. XVII ),  su obra más importante, porque consideraba que las expresiones e ideas que en la comedia aparecían estimulaban e incitaban a la concupiscencia, placeres deshonestos y lujuria. Un peligro, para el pueblo cristiano si se llevaba a cabo la representación de esta comedia, a su juicio.

Aún llegaría más lejos, el importante clérigo diocesano, esta vez suprimiría dos sainetes del repertorio:   el primero de ellos, se ignoraba el autor, tenía por título “El Fuera“ ,según su valoración no se observaban las reglas de la moral y pudor necesarios y el segundo de ellos suprimido era “Los payos hechizados “ de  D. Ramón de la Cruz,  (obra que también estaba suprimida por el Santo Oficio), por  “cosas contra la sana moral “ .

Cuando se pretendía representar este sainete, su completo titulo es  “Los payos hechizados, Juanito y Juanita“ su autor  hacia ocho años que había fallecido. A título de curiosidad señalar que la madre de D, Ramón de la Cruz de nombre Rosa Cano y Olmedilla nació en Gascueña, pueblo de la Alcarria conquense.

Solamente con la comedia dramática, ambientada en el siglo XVII, “El monstruo de la fortuna de tres ingenios [Montalbán, Calderón y Rojas Zorrilla]“ que también  figuraba en el repertorio, fue algo más tolerante y permisivo. Decidió no prohibirla y lo dejaba a criterio del corregidor, pero sí testimoniaba que lo mejor sería renunciar a su puesta en escena.

Así el corregidor, que ejercía la jurisdicción real, eliminó la comedia “El desdén con el desdén“ y los dos sainetes antes citados. No hizo igual con “El diablo predicador, y mayor contrario amigo” del poeta y dramaturgo Luis Belmonte Bermúdez; había sido representada por vez primera el año 1623 e impresa tres décadas después, considerada una crítica anticlerical principalmente por las expresiones del personaje lego fray Antolín.

El día 21 de julio de 1802 al inicio de la sesión hizo acto de presencia en el teatro de Cuenca un clérigo para evitar que la comedia se representase o pena de excomunión mayor y por tanto exclusión a los actores de la vida de la Iglesia.

Simultáneamente el provisor le hacía llegar por escrito al corregidor su decisión, quien se apresuró a comparecer en el teatro donde los espectadores proferían desde sus asientos grandes voces y griterío intenso por estimar que eran tratados con falta de respeto y la consideración debida; mientras el mensajero informaba y el corregidor elevando la voz le acusaba de su falta de respeto a la autoridad, amenazas y de no haber solicitado ayuda y amparo a la Real Justicia.

Tomó el corregidor la decisión, al tiempo que el público continuaba expresando su malestar ruidosamente, de proseguir la función con la única salvedad para evitar más problemas añadidos de eliminar expresiones del personaje lego y el espectáculo que estaba resultando divertido y entretenido continuó.

La reacción y replica del provisor, muy disgustado y afectado al tener conocimiento que el corregidor no se había sometido a su inflexible voluntad y deseo se vio al día siguiente cuando en la misa celebrada en la catedral se dio a conocer la decisión de excomunión mayor a los cómicos definida como de privación activa y pasiva de los sacramentos y sufragios comunes de los fieles, confirmada por un edicto anunciado a la entrada del primer templo de la Diócesis y parroquias de la capital, para conocimiento  de los fieles, en la mayor parte de ellas con repique de campanas.

La repercusión de la determinación del provisor, ampliamente publicitada, fue de un gran impacto e indignación, en gran parte de la sociedad conquense, que Miret intentó pacificar y calmar; a la vista de los hechos pidió con insistencia que se levantase la censura y exculpación a los cómicos “para evitar el escándalo público y las perniciosas resultas que en otra manera habían de ocasionarle”, que finalmente se resolvió sensatamente por la conducta de los cómicos y ciudadanos conquenses.

Tuvo trascendencia y alcance el suceso más alla de los límites geográficos de Cuenca porque el suceso llegó hasta el Consejo de Castilla que envió el asunto a la Junta de Dirección de Teatro pronunciándose en un extenso informe elaborado por el profesor de Poética y censor Santos Díez González, gran conocedor del mundo del teatro.

En el texto se reflejaba la sorpresa por la actuación excesiva del provisor criticándole duramente por su proceder censurable y provocador con respecto a las comedias prohibidas y actores, más aún cuando había aprobado “La Raquel”, tragedia del extremeño Vicente García de la Huerta que narraba los amores del rey Alfonso VIII con la bella judía toledana que, en opinión del censor, era un hecho escandaloso e indigna de representar y perjudicial. Fue representada por primera vez en Orán (1772).

El rey Carlos IV como medida, sin dureza, se limitó a indicar al obispo de Cuenca su desagrado señalando que en lo sucesivo el juez eclesiástico (¿fue una víctima?), cambiase de actitud para no tener que tomar medidas contra él por incumplimiento de órdenes   Reales.

De este episodio la escritora Demerson sacaba en conclusión que “Salía vencedora la autoridad real del conflicto. Pues, en verdad fue una auténtica prueba de fuerza entre el poder real y el poder eclesiástico “

                                                 

Cuenca, abril 2024